miércoles, 12 de agosto de 2015

La Censura

Un profesor que tuve en la Universidad Nacional publicó hace poco un libro sobre la cultura y su politización en este país: La cultura en la república de narco. Como casi todo lo que él escribe, levantó ampolla en muchos espacios, lo criticaron, lo repudiaron y hasta lo negaron. Su actitud es irreverente frente a toda institucionalidad. Cuando tomé su curso sobre Borges, despotricaba a lengua suelta contra las directivas, no dejaba títere con cabeza y muchas veces se pasaba, al violar las intimidad de sus contradictores y herir susceptibilidades con sus grotescos comentarios. Hoy en día es un crítico consumado del gobierno Santos y un gran defensor de nuestro gran colombiano: Álvaro Uribe Vélez. Las paradojas de la vida. Sin embargo, detrás de sus ignominiosas palabras siempre hay algo de verdad, y su libro da en el punto sobre el festín que ha provocado la cultura en Colombia: dineros del Estado subsidiando familias presentantes a través del rótulo de apoyo al arte y la cultura, grandes lagartos que asumen papeles preponderantes y que no tienen ni idea de lo que hacen, algunos intelectuales recogiendo las migajas que apenas le llegan de ese absurdo presupuesto. Como es de lógica, él mismo procura publicar todos sus textos en una revista de poesía, blogs o editoriales independientes,  para evitar la inevitable censura de las grandes editoriales y entidades institucionales. Es un juego al que está acostumbrado y sabe sortearlo de maravilla. La censura se da en las instituciones universitarias, en los congresos de literatura, en cualquier evento o revista cultural que promueva un gran encuentro de artistas nacionales e internacionales. Una buena estrategia es invisibilizar a quien incomoda de alguna u otra manera. Tienen sus argumentos y puede que sean válidos. Muchos se defienden de las injurias con productos literarios y artísticos, con artículos de opinión, con festivales de gran calidad, publicaciones colectivas, etc. En eso consiste el largo trasegar de la escritura y del arte en general: una visión crítica de su entorno.
A finales del año pasado, el director del grupo de literatura que hay en mi pueblo Nemocón, me pidió una colaboración para realizar el oficio de corrector de texto y estilo de unos cuentos que habían escrito sus estudiantes sobre algunas leyendas que rondaban el imaginario popular. Me pareció un buen trabajo, pues mi labor académica se ha encaminado en los últimos 10 años a revisar y corregir diferentes ensayos, tesis, ponencias y alguno que otro texto creativo, tanto de estudiantes como de docentes de las diferentes universidades donde he laborado. Consideré como un buen aporte al desarrollo del libro, mi experiencia en esta área. Además me solicitaron un prólogo que plasmara la historia de Nemocón, la esencia de las leyendas y una pequeña reseña de cada uno de los autores y su estilo creativo. Esta labor fue muy interesante, me reuní con cada uno de los autores, corregimos errores gramaticales básicos y complejos, desfases históricos, coherencia y cohesión en algunos párrafos, incluso algunos se reescribieron para que quedaran más o menos presentables para una publicación como ésta. Toda la labor fue convenida junto con los autores, se les preguntó primero, antes que realizar cualquier cambio, esa debe ser la labor de un corrector de textos responsable. Luego investigué en los pocos libros de historia de Nemocón, para poder realizar un prólogo que se acomodara a las circunstancias del caso, con informaciones adecuadas y sustentadas con citas bibliográficas serias, como corresponde a un académico que exige rigurosidad en todos los estudios presentados. Se hizo un análisis sucinto de los textos de cada uno de los autores y se dejó la propuesta para recopilar la memoria de algunos acontecimientos históricos que estaban por recoger, sobre todo de esos ancianos que estaban desapareciendo y que podía aportarnos infinidad de información sobre ese municipio que fue y que ya nadie recuerda. Cuando entregué el producto, todos estuvieron de acuerdo con el contenido del prólogo, lo elogiaron y no tuvieron muchos reparos en su estructura. Sin embargo cambiaron algunos pequeños apartes que según ellos se podía interpretar como político. No me pareció el argumento pero no dije nada, la modificación no alteraba la esencia del texto.  Sobra decir que este trabajo fue una colaboración personal, si ninguna remuneración, era mi aporte profesional a un labor cultural del municipio. La Casa de la Cultura y la Alcaldía Municipal publicarían el libro y sería en un evento público.
Hace casi un mes, me encontré con el director de la biblioteca en una esquina del parque municipal y me informó que el libro ya se había publicado y que estaba a punto de lanzarse, sin embargo habían suprimido el prólogo por orden de la alcaldía. Me sorprendió desde todo punto de vista y por supuesto pregunté el porqué de esa decisión. Ninguna explicación me dio, simplemente que en la alcaldía habían dicho que se publicaba el libro pero sin ese prólogo, que otra persona lo hiciera. ¿Quién lo dijo? ¿Cuáles fueron sus argumentos? ¿Por qué se había tomado esa disposición? Él no lo sabía, no quiso decirme quien dio la orden y nadie expuso ningún argumento. Sólo fue una decisión arbitraria, como todas las decisiones que profiere cualquier funcionario de medio pelo con un mínimo de poder haciendo buen uso de su infinita ignorancia. Varias cosas tengo que decir frente a esto:
Es una verdadera falta de respeto a mi trabajo profesional por parte de todos los implicados, tanto de las personas que me solicitaron la colaboración como quienes decidieron la censura, pues lo mínimo que uno pide es que le informen sobre tal hecho, de una manera formal y no por un encuentro casual como quien no quiere las cosa; no tienen vergüenza para esto. Cuando unos se cubren con otros quiere decir que todos estuvieron de acuerdo. Exoneraron al alcalde pues este ni siquiera había leído el título del libro, según dijo la persona que me informó.
No culpo a las personas que hicieron el libro, pues por culpa mía podrían haber perdido los 15 minutos de fama que todo ser humano se merece. Sin embargo, por pura ética de un trabajo serio y colaborativo se hubiera solicitado aunque fuera un argumento válido para defender todo un proceso de varios meses. La cultura vuelve a ser un desecho de las instituciones que se mueve dependiendo el estado de ánimo que tenga ese día quien aporta un pírrico presupuesto para cualquier actividad.
Decir que algo no se publica, sin ningún argumento y evidenciando toda una carga de ignorancia, se ha convertido en el deporte nacional de un país de ignorantes, polarizado, retrógrado y lleno de escrúpulos. Esto que hicieron con mi texto no es nada comparado con la cesura que realizan a diario todos los periódicos, revistas, programas de televisión, etc. a lo largo de esta nación. Acallan, amenazan, asesinan, suprimen espacios, invisibilizan, ignoran, infinidad de cosas para que alguien no diga algo que incomoda o que evidencia otra verdad. Mi profesor de la universidad sí que lo sabe.
Mi trabajo de maestría fue sobre la novela histórica y he venido haciendo una serie de investigaciones sobre la recuperación de esa memoria y la voz de los que no tenían voz. Una memoria histórica para buscar el camino de la reconciliación en un país que no quiere saber la verdad porque evidencia sus propios demonios. Mi propuesta fue recopilar la memoria de la violencia bipartidista a mediados del siglo XX pues ningún estudio hasta ahora lo había realizado. Haciendo conjeturas, podría pensar que éste pudo haber sido un argumento para rechazar mi escrito. Soy demasiado ingenuo para creer que lo leyeron.
Como éstas son épocas electorales debieron pensar que no estaba apoyando al candidato del alcalde, por tal motivo no iban a premiar a alguien que estaba en el otro bando. Demasiada absurda esta idea, pero dado el grado de ignorancia que permea todas las instituciones públicas del país, puede ser la más evidente. La verdad están muy equivocados, tengo a los dos candidatos como amigos en el Facebook, me parecen personas respetuosas, responsables y jóvenes, espero que la alcaldía se renueva con ideas frescas propias de la juventud, y que además puedan leer este texto. No he hecho ningún comentario positivo o negativo de alguno de los dos, pero frente a estas circunstancias se me empieza a aclarar el panorama. Definitivamente es horrible la política.
He decidido no volver a colaborar en ninguna actividad cultural del municipio de Nemocón, mi trabajo merece respeto y si no lo hago respetar yo, no espero que nadie lo haga. Pertenezco al centro de historia, pero desde aquí presento mi renuncia formal a una entidad que se convierte más en un problema político que en un centro de investigaciones. De hecho mi crítica era que un centro de historia que llevaba tanto tiempo de creado y que no había hecho ninguna investigación o publicación no tenía sentido. Había que proponer algunas investigaciones sobre la historia de Nemocón y hacer gestión, pero de esa manera es imposible. Soy docente de dos importantes universidades del país, tengo algunos proyectos de investigación y estamos en un grupo de formador de formadores con la UNAD creado cursos virtuales para docentes. No se trata de alardear pero creo que esta experiencia debe valer para algo y no puede ser arrastrada por cualquier funcionario anónimo y resentido. 
Censurar a alguien es muy fácil, de alguna u otra manera siempre lo hemos padecido, alguien nos censura nuestros actos y nosotros accedemos, bajamos la cabeza, aceptamos nuestros supuestos errores, no quedamos con un resentimiento inmenso y mantenemos estos demonios por el resto de nuestra vida. Escribí este texto para matar ese demonio, es mi única arma, la escritura, la palabra, decir lo que pienso me parece un gran ejercicio emocional. Ahora entiendo a mi profesor así no comparta muchas de sus apreciaciones, nada más absurdo que un revolucionario uribista. No estoy tan adolorido como parece, pero creo que ese acto merecía una respuesta de mi parte, al fin y al cabo a mis estudiantes no les permito que coman entero todo lo que se les dice y hace, esa es mi labor pedagógica, para eso estudiamos, para vivir con un espíritu crítico y argumentativo, eso nos hace libres.


Nota: Afortunadamente existen este tipo de espacios donde se puede publicar el prólogo al libro “Contaban los abuelos” que fue censurado por “alguien allá arriba”, como me explicó el director de la biblioteca municipal. Espero que no haya cometido tantos desfases y horrores como para de verdad merecer tan indigno castigo. El enlace es:  

http://elinfiernotantemido.blogspot.com/2015/08/memoria-de-sal.html 

jueves, 16 de abril de 2015

Temblando

Hace muchos años, cuando cursaba 9 grado, estaba en furor el rock en español y apareció una canción fabulosa de los Hombres G, “Temblando”. De inmediato se convirtió en un himno, sobre todo para un adolescente angustiado y decepcionado de la vida como yo. Todo marchaba muy mal, el colegio no funcionaba, el amor verdadero no aparecía, o si había llegado se marchaba muy rápido, los problemas familiares se mostraban monumentales, la economía no era la mejor y mis compañeros no querían entenderme. El fin estaba próximo, lo presentía, no había ninguna esperanza. Tanto era la angustia que hasta los problemas mundiales se volvieron una obsesión, la inminente guerra nuclear, los grandes héroes revolucionarios que iban muriendo, el problema de la vida en este planeta y su posible extinción por fuerzas extraterrestres,  etc. Todos estos problemas trascendentales que vive un adolescente me confinaron a mi cuarto y a escuchar la canción “Temblando”. Y en verdad temblaba, no sabía a ciencia cierta por qué, pero temblaba y la música me acompañaba en ese sufrimiento existencial. Mis noches finalizaban escuchando Radio Tequendama, el rock en español y las baladas americanas que tanto hacían soportable mi insignificante vida. 
Pero amanecía  y nuevamente el mundo estaba allí. Todo parecía igual pero no era así, el tiempo estaba pasando, todas las cosas se iban volviendo irrelevantes o más conflictivas, pero el tiempo iba pasando. Leía, escuchaba, veía. Las cosas hermosas me estaban rodeando y no sabía entenderlas. Poco a poco me fui asombrando por el mundo, cómo era de ancho y ajeno, finalmente algo que a mí no me importaba: yo lo quería conocer, agarrarlo, destrozarlo y volverlo a rehacer. Su colorido, su sonoridad, lo que decía. Eso era lo mejor. La literatura, la música y el cine me bridaron ese placer. Claro que a veces me patearon en la cara y casi me fui al abismo. Era imposible tener alguna esperanza después de ver a Betty Blue en un inmenso teatro de Chapinero con unos pocos espectadores;  o la rabia que nos daba al saber que la familia Buendía no tendría una segunda oportunidad sobre la tierra; finalmente escuchar la canción “Temblando”, en la oscuridad de mi cuarto, después de que el amor de mi vida me dijera que ya no quería volverme a ver.
Entonces la muerte se convierte en la mejor solución. Apague y vamos. Pero es ahí donde inicia el problema. 
Después de casi treinta años de haber pensado en esta absurda solución, reflexiono en todo lo que hubiera perdido si un hecho como este se hubiera llevado a cabo. Las personas que jamás hubiera conocido, el amor a los padres y la familia, el amor a los hijos, el amor a las mujeres, el amor a los amigos. Tantas cosas han pasado por mi vida que me siento agradecido. Todavía me falta mucho por conocer en todos los aspectos. Ver crecer a mis sobrinos, superarse y mejorar en todos sus proyectos, extenderse la familia es una gran bendición de la vida. La parsimonia y sabiduría de mis padres que cada día me enseñan cosas nuevas. El milagro de mis dos hijos, en condiciones diferentes, que los hacen únicos. Los amigos, que parecen pocos pero fundamentales, me acompañan en esta soledad de la vida. Mis estudiantes que se convirtieron en una razón de ser, donde pude explayar todo mi conocimiento, no siempre de la mejor manera. Todo el amor que me han brindado las mujeres de mi vida, de una u otra manera estoy muy agradecido con ellas, han forjado mi corazón, bien sea con amores o desamores. Espero que lleguen muchas más. 
A veces uno no puede estar con la persona que más ama, sobre todo cuando resulta que esa persona es una mujer, no una supermodelo, sino una hermosura que apenas va a cumplir tres años. Sin embargo se convierte en una motivación para seguir amando la vida. Otras veces el destino nos depara el encuentro fortuito con un amor perdido, que de alguna manera nos motiva a rememorar nuestras mejores épocas, pero con más calma. Algunas veces, el verdadero amor aparece en un esquina, en un bus, en una fila, pero desaparece apenas nos rozamos, nada es para siempre. Hace poco vi una película del director  Wong Kar-wai, “Chungking Express” y nadie como él para entender los problemas del amor y su imposibilidad. Unos personajes solitarios que buscan el amor, pero que se cierran tanto o se ciñen a su pasado, da como resultado el impedimento de estar juntos. Así sucede con sus dos obras maestras “Deseando Amar” y “2046”.  Todas llenas de pasión, de música seductora, hermosas escenas y un dolor profundo por no quedarse por siempre con el ser amado como debiera ser. Eso pasa en el amor. Sin embargo estamos para eso. Es lo que nos hace más fuertes, más sólidos, más maduros y lejos de la angustiosa adolescencia.
Pero la vida es terrible, tiene una ironía aterradora, en cuanto más se quiere, más nos golpea. No todo puede ser de la mejor manera. Y este escrito no me lleva a un desamor, sino a algo peor, una desilusión de la vida. Hace unos meses me enteré que un estudiante mío había muerto hacía más de un año. Fue un choque total para mí. No lo podía creer, recordé sus palabras en el salón, su risa, los chistes, sus nervios al exponer, todo ese escepticismo y crítica frente al sistema, una sociedad que no brindaba nada y sin embargo él estaba terminando su carrera con la esperanza de cambiar su vida. Creo que lo logró. Sus hijos así lo entendieron. Lo que da rabia es que una enfermedad terminó con sus aspiraciones y sus esfuerzos, así no más. Y yo me enteré un año después. Eso no lo entendía. Hoy, otro de mis estudiantes ha muerto y esto es más duro para mí, no tanto por rechazar el ciclo de la vida, sino por la juventud de él. Lloro por él, todo es tan inexorable, un adolescente apenas, que le explota el mundo encima y nos preguntamos ¿por qué? Me siento impotente, como todos sus seres queridos, pensando en qué hubiera podido ayudar, en cuáles palabras le hubieran salvado la vida, pero nada tiene explicación. Sábato, en su novela “Sobre héroes y tumbas”, tiene un personaje adolescente al que le ocurre la terrible tragedia de haber perdido a su gran amor, Alejandra. No tiene familia, no tiene futuro y todo está perdido. Llega a un hotel barato con la intención de quitarse la vida. Pero amanece, ve por la ventana al señor de la leche, a las personas que van al trabajo, a todo el mundo realizando las cosas cotidianas como si todo siguiera igual, entonces Sábato le perdona la vida a su personaje. Le preguntaban por qué y él decía que un adolescente no debe morir, es nuestro deber que esto no ocurra. Por el contrario, Martín se va para la Patagonia a buscar el frío que lo purifique. Si algo no acepto es la muerte de un joven. Son ellos los que deben tragarse el mundo y transformarlo a su imagen y semejanza, hay que brindarles todas las oportunidades, decirles que el mundo vale la pena, que hay siempre algo nuevo para hacer, que a pesar de todas las derrotas, siempre el mundo estará a nuestros pies. Pero no lo hice. Siento que lo estoy haciendo demasiado tarde, y por eso, en la oscuridad de mi cuarto, vuelvo a estar temblando.

jueves, 26 de marzo de 2015

El día de la “exelencia”

Hace muchos años, para mitigar un poco nuestra pobre condición de estudiantes, decidimos con algunos compañeros iniciar la primera empresa académica alrededor del barrio donde vivíamos. Yo me encargué de realizar un letrero que promoviera nuestras cualidades intelectuales: “Se hacen trabajos en computador, se realizan tareas, se escriben ensayos, se hacen cartas. Se garantiza exelente ortografía”. Nuestro negocio fracasó de inmediato por obvias razones. A veces no sólo bastan las buenas intenciones, hay que tratar de ser coherentes con lo que se dice y se hace. Creo que lo mismo sucede con la excelencia educativa que tanto habla el gobierno en estos días. A esa excelencia le falta algo, igual que la misma exelencia de mi publicidad. Quiero exponer algunas reflexiones que tengo sobre los problemas de la educación en este país.
El primer problema que veo en la educación es el supuesto enfoque democrático que se le pretende dar ahora. 10.000 becas universitarias para los mejores estudiantes de este país. Podrán estudiar en las mejores universidades de Colombia. Entonces los mejores estudiantes deciden ir a estudiar a las universidades más caras (entre más alta sea la matrícula será mucho mejor la universidad). Esto es toda una falacia. Un estudiante paga diez millones de pesos por un semestre en la universidad de los Andes. Está garantizando una calidad académica insuperable, además que su futuro se asegura porque se codea con la crema y nata de este país. Ésta es otra falacia peor. Me invitaron a una reunión de la universidad donde trabajó en el club El Nogal, en el norte de Bogotá. Todo era espectacular, grandes salones, decoraciones majestuosas, ascensores impolutos, hasta me puse corbata después de diez años. Pero todo pasó muy rápido. Del ascensor me indicaron rápidamente a dónde me debía dirigir. Los discursos fueron muy largos y el cóctel muy corto. Luego de dos horas todo terminó. Nos equivocamos de ascensor y terminamos en el gimnasio y la sala de squash. Nos miraron raro. Éramos unos desconocidos a pesar de las corbatas, no teníamos derecho al acceso de esos lugares a pesar de estar en el mismo edificio. Tampoco queríamos entrar. Simplemente estábamos perdidos. No creo que la equidad consista en que los pobres vayan a donde los ricos se divierten, y por un segundo puedan conocer lo que es el paraíso. No creo que por estudiar en una universidad de clase alta, ya pertenecemos a las élites de este país. Por el contrario, se termina siendo la escoria del paraíso, el ladrón de poca monta que ha venido a subvertir la paz que tanto ha caracterizado a tan magnánima institución. Paradójicamente, el programa de becas termina beneficiando, más que a los estudiantes, a las mismas instituciones. Las universidades privadas son un negocio, su primer propósito es ser rentable, y lo son. Muy rentables. Y eso no está mal, por eso es un negocio. Algunas se preocupan por la excelencia académica, cumplen con una buena cantidad de requisitos, apoyan investigaciones, promueven el avance académico. Otras sólo quieren cumplir con la acreditación del Ministerio de Educación. Si se hace algo importante es para mostrarlo en la visita de los “pares académicos”. Creo que con los diez millones que vale un semestre en una universidad privada, podrían estudiar diez estudiantes en una universidad pública. Siempre he sido un defensor de la universidad pública, a pesar de que trabajo en universidades privadas y las respeto mucho. Pero definitivamente las universidades públicas son las que mejor hacen el trabajo para acabar con la brecha social. Una universidad que promueva estudiantes de altas calidades académicas, con un sentido social, capaz de confrontar cualquier problema, asumir responsabilidades y buscar soluciones efectivas. “Sí, pero quienes mandan en este país salieron de una universidad privada. Allí están los contactos” me argumentan. Les recuerdo que Colombia no es el mejor país en lo que respecta a sus instituciones públicas, no ha sido manejado de la mejor manera, no es un dechado de virtudes. No quiero generalizar esta idea, tengo estudiantes de universidades privadas que son excelentes académicos, grandes profesionales que no sólo piensan en una educación para el trabajo, sino en una educación para la empresa. Simplemente pienso que el Estado debería apostar por la educación. Consolidar grandes universidades públicas que le dieran acceso no sólo a los estudiantes más pilos de este país, sino a los menos pilos, a los que están en la media, a los que por una u otra razón han sido víctimas del desastroso problema de la educación básica y media de este país. Al fin y al cabo todos tenemos derecho de educarnos en las mejores condiciones, pero óigase bien, todos. 
El segundo problema que quiero abordar está referido a los docentes del estado. Cada cierto tiempo se realiza un concurso nacional para ocupar vacantes o suplir necesidades de docentes en el territorio nacional para colegios y escuelas. Hacia el 2002 se realizó un concurso docente después de un buen tiempo de no haber hecho convocatorias. Todo profesional podía inscribirse, lo único necesario era el talante y las ganas de enseñar, pasar el examen y cumplir con la entrevista. Por supuesto que muchos profesionales que se encontraban desempleados decidieron apostar su futuro a un trabajo estable, incluso a costa de ver frustrados sus sueños como ingenieros, arquitectos, matemáticos puros, críticos literarios, administradores de empresas, e incluso médicos. No importaba si no tenían una vocación pedagógica, lo importante era buscar un salvavidas en un país donde las oportunidades son escasas. La pedagogía se aprende en la medida en que se va enseñando. Lo importante es que yo como profesional sepa mucho del tema. Y así fue. Los exámenes valoraron, y aún siguen valorando, el conocimiento básico de su área. Algunos problemas básicos de pedagogía que se supeditaban a la lógica, hacían parte del enfoque educativo del examen, pero nada más. Había que dar trabajo y garantizar la cobertura académica, la forma como se iba a enseñar el conocimiento quedaba relegado a un segundo plano. En el camino se arreglan las cargas. Y entonces aquí quienes estaban en la obligación de defender la pedagogía no lo hicieron. Los estudiantes de la Universidad Pedagógica realizan cada cierto tiempo marchas, asambleas permanentes, bloqueos, pedreas y otro tipo de ejercicios gimnásticos heroico sociales en defensa de la lucha social, la universidad pública, la terminación del imperialismo mundial, la defensa del gobierno de Venezuela, la memoria de los caídos, y el derecho a la protesta, entre otras luchas propias del espíritu revolucionario. Pero se les olvidó luchar por lo fundamental, por su futuro como licenciados. Los licenciados hoy en día están de capa caída, son los culpables de la baja calidad académica, están entre los más bajos índices de evaluación, no cumplen con los mínimos requisitos de un docente idóneo en este país. Eso lo dicen las estadísticas, eso lo dice el concurso docente. Pues claro que sí. En un examen de conocimientos matemáticos se enfrentan un matemático puro, un ingeniero de sistemas y un licenciado en matemáticas. Los dos primeros llevan diez semestres enfrentados a los números mientras que el tercero perdió la mitad de su carrera aprendiendo estrategias pedagógicas, modelos educativos y enfoques académicos para enseñarme de la mejor manera, lo poco que aprendieron de matemáticas. Una cosa es saber un tema y otra cosa es poderlo enseñar. Dentro de mi experiencia como docente he aprendido algo muy importante, y es que si yo quiero saber de un tema muy bien, definitivamente la mejor manera es enseñarlo. Se organiza un curso y se discute con los estudiantes. Esa pelea no la supo hacer la Universidad Pedagógica y por eso encontramos hoy en día tantos docentes frustrados que se aferran a un salario absurdo pero estable, sin ninguna intención de mejorar, de transformar la educación de este país. Y se nota. Los niños que entraron al sistema educativo en este país en el 2002 presentaron la prueba PISA en el 2012 y ahí se vien los resultados. Somos casi los últimos a nivel mundial. En este país se debió priorizar la pedagogía antes que el conocimiento. Y esto me lleva al siguiente problema.
El tercer problema que quiero abordar está relacionado con la prueba PISA y nuestro desempeño a nivel mundial. Segú el ICFES,
"PISA (Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes, por su sigla en inglés) es un estudio internacional comparativo de evaluación educativa liderado por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), que tiene como propósito principal evaluar en qué medida los jóvenes de 15 años de edad han adquirido los conocimientos y habilidades esenciales para su participación en la sociedad, a fin de identificar elementos que contribuyan al desarrollo de competencias y sea posible establecer diálogos sobre los aspectos que debe atender la política educativa de los países.
Este estudio se realiza en ciclos trianuales en los que se evalúan competencias en lectura, matemáticas y ciencias. En cada ciclo se hace énfasis en una de estas áreas. En 2000 PISA se centró en lectura; en 2003 el énfasis fue matemáticas; en 2006 en ciencias y nuevamente en lectura en 2009, año en que también se exploraron las habilidades asociadas con la lectura en medio digital. En 2012, el énfasis es en matemáticas, alfabetización financiera y resolución de problemas y en 2015, será en ciencias. Colombia participó por primera vez en PISA en 2006; en esa oportunidad fueron 57 los países participantes. En PISA 2009 este número se incrementó a 67 países, que representan el 87% de la economía mundial. En 2012 también participan 67 países, entre ellos Colombia".
En el año 2012 Colombia ocupó el último lugar y para todos fue un tremendo escándalo. Somos los más brutos del planeta. Bueno, cien años de violencia salvaje, masacres, bombas, secuestros y políticos también justifican este ingrato adjetivo. ¿Y por qué nos va tan mal en este tipo de exámenes? Entonces nos ponemos en los zapatos del estudiante. ¿Qué tipo de preguntas les hicieron, cuánto tiempo tuvieron, quiénes hicieron y evaluaron las preguntas? Analicemos una pregunta y quizás podamos entender el problema.
La fórmula para la máxima frecuencia cardiaca recomendada = 208 – (0,7 x edad) se usa también para determinar cuándo es más eficaz el ejercicio físico. Las investigaciones han demostrado que el ejercicio físico es más eficaz cuando los latidos cardiacos alcanzan el 80% de la máxima frecuencia cardiaca recomendada. Escribe una fórmula que calcule la frecuencia cardiaca recomendada para que el ejercicio físico sea más efectivo, expresada en términos de edad.
Ejemplos de respuestas: • Frecuencia cardiaca = 166 – 0,56 x edad. • Frecuencia cardiaca = 166 – 0,6 x edad. • f = 166 – 0,56 x e. • f = 166 – 0,6 x e. • Frecuencia cardiaca = (208 – 0,7 x edad) x 0,8.
Qué veo aquí. Un problema complejo que requiere una respuesta rápida y efectiva. Para eso se requiere una palabra básica dentro del mundo de la pedagogía: la estrategia. ¿Será que el niño de Singapur es mucho más inteligente que el niño colombiano? ¿Tiene colegios más bonitos, es más juicioso, no tiene dificultades económicas, no es pobre, es una raza superior? No lo creo. El problema radica en la estrategia. El profesor de Singapur enseña mejores estrategias para resolver un problema que el profesor colombiano, por lo menos son más efectivas y ágiles. Saber enseñar significa hacer entendible lo que aparentemente no se puede entender y para eso se requieren metodologías que permitan hacer fácil lo difícil. Cuando enseño gramática, procuro poner ejemplos prácticos, jocosos y hasta absurdos que permitan afianzar cierto concepto complejo de una manera menos dramática. El que tenga la mejor estrategia definitivamente resolverá el mundo a su favor. Nos ganan no porque sepan más, sino porque son más hábiles a la hora de exponer esos conocimientos. ¿Y quién enseña estrategias? Un docente con vocación. Alguien que sepa de pedagogía, alguien que tenga didáctica para enseñar lo que sabe. Cuando dicté el curso de Didáctica de la literatura en la Universidad Pedagógica, mi principal preocupación radicaba en cómo brindarle a ese futuro docente las herramientas necesarias para enseñar algo que aparentemente no tenía un valor práctico pero sí un valor espiritual: la literatura. Un cuento, una novela, un poema debe llegar a sus estudiantes. El problema no es que lo lean, el problema es que se apasionen por lo que leen. Para hacer eso se requiere de estrategias. Algunos docentes lo hacen, otros no les interesa, al fin y al cabo están allí por situaciones ajenas a su voluntad, otros aplican la estrategia del mínimo esfuerzo. Y esto nos lleva al siguiente problema.
Por estos días, un concejal de mi pueblo natal me pregunto sobre cuál era el principal problema de la educación en Nemocón. Le respondí que “La innovación”. La falta de innovación educativa ha generado un retraso clave en la calidad académica. Y este problema aplica tanto para ese pequeño lugar como para todo el país. Pero ¿qué significa innovación? La juventud es atrevida, y muchas veces el joven profesor llegar con ideas revolucionarias para tratar de cambiar esa concepción paquidérmica y menguada en la que está sumida toda la educación. De inmediato todo el mundo se pone alerta. Esto es muy peligroso, puede traer consecuencias nefastas, alterar el equilibrio de la comunidad educativa. Innovar significa cambio, cambio significa nuevas formas de pensar, esas nuevas formas de pensar requieren de un proceso, y proceso significa trabajo. De tal manera que una innovación puede generar más trabajo del que se tiene, y esto para muchos docentes es una verdadera tragedia. “¿Para qué trabajar tanto si al fin y al cabo nos van a pagar lo mismo, hagamos mucho o no hagamos nada?”. Es una premisa muy común en muchos docentes oficiales, y la conclusión es muy clara: realizar un trabajo con el mínimo esfuerzo, no desgastarse tanto, al fin y al cabo los 45 estudiantes con los que nos enfrentamos en un salón, cumplen esta labor de manera contundente cada minuto de nuestras vidas. Bastante problema tenemos al tener que callar a todo un curso vociferante sumido en la más absoluta locura. ¿Mientras innovamos quién controla? Esa es la gran pregunta, todo se puede ir al caos, los coordinadores prefieren que los docentes se ciñan a los lineamientos curriculares, así nunca nos hayan leído o interpretado. No se puede inventar nada con los niños, esos inventos hay que dejarlos para los genios del ministerio. Nosotros cumplimos órdenes y su función está en mantener por un lapso de tiempo, en un asfixiante salón, ocupados a estos 45 individuos. Luego, a tomar tinto y olvidarse del mundo. Hace algún tiempo, en una conferencia sobre evaluación, una profesora, doctorada en pedagogía, explicaba que la mejor forma para evitar el desgaste en la profesión de docente, radicaba en las didácticas pedagógicas que podía aplicar dentro del aula. Si desarrollaba una buena estrategia para enseñar un tema, una adecuada metodología para evidenciar el aprendizaje y una dinámica grupal que permitiera interactuar entre los participantes lo aprendido, estaríamos no sólo desarrollando un buen proceso pedagógico, sino que nos quitaríamos una gran carga de trabajo repetitivo y sin sentido. Por lo tanto considero que innovar, al contrario de lo que se piensa, significa menos desgaste y más calidad. Finalmente es lo que se busca. Pero para eso hay que sentarse a pensar en el problema, en lo que se quiere enseñar, en lo que se debe enseñar y en lo que se necesita enseñar. Hay que ser creativos y no tenerle miedo a salir del salón. Bueno, hoy en día los estudiantes son nuestra responsabilidad por cualquier cosa que les suceda. Por eso es mejor tenerlos encerrados. Pero para eso están las estrategias que pueden innovar la forma de ver el mundo. De eso se trata la civilización y por eso hemos avanzado tanto en la tecnología y en la sociedad.
Finalmente el último problema que quiero abordar está emparentado con lo anterior. Pueda que tengamos ideas geniales, pueda que tengamos las mejores intenciones, pueda que todos los espacios se presten para nuestra innovación, pero no somos capaces de desarrollarla, de ponerla en práctica por una sencilla razón: no la sabemos explicar. Y aquí viene un problema crucial dentro de la educación actual tanto del país como del mundo entero: no sabemos argumentar. Todo debe girar en torno a la argumentación. Eso lo explicaba muy bien un profesor del Doctorado en Pedagogía de la Universidad Pedagógica. El gran problema de los docentes, de los estudiantes en todos los niveles, de las políticas educativas es la falta de una pedagogía de la argumentación. En la medida en que no somos capaces de argumentar, no podemos interactuar con el otro, entender la diversidad, aceptar un pensamiento distinto, diametralmente opuesto al nuestro, convivir en comunidad y procesar una mejor sociedad. Esto tiene mucho de dónde cortar y los grandes filósofos franceses y alemanes de la posmodernidad han gastado infinidad de trabajos para tratar de explicar lo que nos hace tan contemporáneos, tan actuales pero a la vez tan primitivos y tan bárbaros. Considero que la educación debe estar inmersa en un proceso argumentativo, todo debe girar en torno al qué y al cómo se dice, a las estrategias, a la innovación, a la interacción con el otro. Si no sabemos cómo expresar lo que pensamos estaremos sujetos a callar y aceptar lo que otros nos impongan, a sobrevivir y no convivir, a laborar y no crear, a actuar y no pensar.
Estas son las reflexiones que tengo sobre la educación en mi país a propósito del Día de la excelencia promovido por el Ministerio de Educación. Se me quedan por fuera muchos temas que quisiera tratar como por ejemplo el concurso de ascenso a los docentes, unos exámenes que se convierten más que en una promoción, en una traba para el mejoramiento de la calidad de vida de un magisterio en total abandono salarial; los incentivos que pretende dar el gobierno a los mejores colegios; la capacitación docente y el incentivo a seguir estudiando por siempre; las jornadas complementarias y la actividad lúdica para los estudiantes; finalmente el estudiante universitario frente a una política de educación para el trabajo y no para la empresa. No tuve una excelente ortografía en los inicios de mi vida académica, cometí errores garrafales que salieron a la luz pública, pero poco a poco fui aprendiendo lo que me era desconocido, fui cauto y utilice las herramientas más adecuadas, maté mis fantasmas y descubrí el mundo fascinante de la gramática, hasta llegar hoy en día a ser docente en esta área. De eso se trata la vida, de ir aprendiendo, de cometer errores pero de buscar la excelencia, así nunca la alcancemos en su totalidad. No hace falta. Recuerden que lo importante no es la meta sino el recorrido. Allí está la excelencia de la vida.