Podría decirse que más de la mitad de mis cumpleaños
han sido una decepción, y ayer no fue la excepción. La verdad esperaba que
apareciera una sorpresa que me alegrara el momento, tal vez una fiesta
sorpresa, tal vez la visita inesperada de alguien, tal vez un almuerzo
delicioso, una videollamada, una salida a un sitio especial, pero la verdadera
sorpresa fue que no hubo sorpresa. Eso no quieres decir que nadie se acordó,
por el contrario, llegaron muy hermosos mensajes por las redes sociales, las
llamadas formales de la familia, excepto de la de mi hijo que no se acordó para
nada y que en verdad me dolió, pero bueno, eso fue lo que le inculcaron
siempre. Sin embargo nadie está obligado a celebrarle algo a nadie cuando no le
nace o no lo considera importante. Mi hija por ejemplo me trajo una torta muy
especial, a pesar de su edad hizo todo por alegrarme el día, y finalmente yo me
hice mi propio almuerzo con algo que compré, creo que me merecía celebrarme un
día tan especial, después de todo no he sido tan malvado como lo pueden creer
muchos. Ya casi no tengo amigos, tal vez porque he adoptado el escepticismo y
el cinismo como base de mi filosofía y procuro no decir mentiras a nadie, le
digo la verdad en la cara a todas las personas, o mejor, en términos del
escepticismo, mi verdad, que es una opinión y no un juicio. No me preocupa
quedarme solo, no es malo estar solo, ahora tengo más tiempo para disfrutar de
la literatura, el cine, organizo clases, hablo de muchas cosas y estoy
aprendiendo demasiados temas, sobre todo de historia. A mi edad, no podría
decir que en la mitad del camino de la vida porque no pretendo vivir 100 años,
digo que a mi he edad he realizado muchas cosas, he fracasado y he triunfado,
he sufrido y he gozado, he bebido, he comido, he aguantado, he engordado y he
adelgazado. Cada cosa se ha convertido en una experiencia fructífera en mi
vida, me ha convertido en el ser monstruoso celestial que soy. Las mujeres han
sido parte fundamental de mi vida y no las puedo culpar de mi situación actual,
dos mujeres todavía me dan sentido a la existencia. Pero el tema es los 50.
Hace 10 años me propuse tener una buena celebración cuando cumpliera los 50,
pero no fue así. Tenía una novia que me iba a celebrar los 40 años con una
buena fiesta, llevaba planeando un buen tiempo, pero todo cambió de un momento
a otro y la celebración se vino al piso. Luego llegó mi hija y entonces desde
el vientre ella me preparó una torta y yo me regalé un carro. Fue una buena
celebración. Ahora nada de eso se ha podido repetir, la economía en el mundo
está muy difícil, y pues a los 50 no puedo negar que me faltan cosas, como a
muchos, pero también tengo otras cosas que me hacen una persona afortunada. Me
hubiera gustado llegar a los 50 con muchas más cosas, menos deudas y más
estudios y trabajos, pero todo hace parte de esa ruleta rusa que es la vida.
Sin embargo recuerdo la última gran lección que me dejó mi padre en su lecho de
muerte. Tenía 92 años y estaba postrado en la cama de un hospital, ya no había
nada que hacer y sin embargo él seguía preocupado por los planes a futuro, qué
íbamos hacer ese diciembre cuando se recuperara, cómo íbamos a salir de todos
los problemas, a dónde íbamos a viajar. Yo no podía creer que todavía le
faltara vida para seguir adelante, que no hubiera botado la toalla a pesar de
las circunstancias, que pisoteara ese negativismo que tanto nos abruma hoy en
día con las ganas de seguir viviendo. Tengo 50 años, a esa edad mi papá perdió
todo lo que había construido y le tocó iniciar de cero, a los 92 seguía luchando,
era feliz pero tenía ambiciones todavía. Me faltan muchas cosas por hacer,
muchos sueños por cumplir: pagar mis deudas, tener mi casa en el campo, vivir
cerca del mar, escribir mis 7 novelas, viajar por el mundo, visitar los mejores
museos y hablar de las pinturas que me encuentre allí, ir a la costa en biscicleta, tener un carro
ultramoderno, estudiar mucho más, terminar las maestrías, hacer el doctorado,
organizar una fiesta de cumpleaños... Aunque estas fiestas de cumpleaños no
siempre salen bien. Conocí la historia de una fiesta de 50 años donde la esposa
del festejado iba de mesa en mesa contando el secreto mejor guardado de su
marido para desenmascarar aquella farsa de la familia feliz. Por ahora no me
preocupa decir que tengo 50 años, ya no estoy interesado en seducir a las
jóvenes más hermosas. La actriz Carmen Maura decía que la juventud no es una
virtud sino una condición. Quiero disfrutar cada vez más de mi vida, por eso
casi no publico fotografías de momentos muy especiales para mí, los quiero sólo
para mí, disfrutar de esa felicidad que en las redes sociales genera alegría,
pero también disgusto, envidia y hasta odio. No sé si me atreva a publicar esto
pero lo hago con toda sinceridad, es una forma de desahogarme y sentir la
tranquilidad de seguir adelante y pensar en todo lo bueno que quiero que me
suceda. Espero poder ser más feliz en mis próximos cumpleaños y por eso voy a
preparar esa felicidad y no esperar que nadie me dé esa ansiada sorpresa. No debemos
esperar nada de nadie, nosotros debemos fabricar nuestro propio futuro, hacer
lo que nos gusta sin pedirle permiso a nadie ni esperar la aprobación de
alguien. El tiempo no existe, según San Agustín y nada de lo que hagamos bien nos
puede llevar siempre a un final feliz. Eso es incierto y lo mejor que puede
pasar es dejar que las cosas continúen su curso como diría Lao Tze. Hay que ser
agradecido con lo que tenemos, luchar siempre por estar mejor, en todo sentido:
económico, cultural, educativo. Y nunca botar la toalla. Cumplir 50 me motiva a
empezar de cero, pero un cero muy bien fundamentado con toda la historia que
viene de atrás, para seguir adelante y tratar de conocer tantas cosas que me
hacen falta, afortunadamente.